NAPOLES - Frío, lluvia y nuevos hechos trágicos ayer en esta Nápoles entrañable y violenta. En la estupenda plaza del Plebiscito, en plena isla del bienestar y el poder como es el barrio de San Ferdinando y la vía Chiaia, se encuentra el Palacio de los Borbones, símbolo del aún amado reino de Nápoles y las Dos Sicilias que sucumbió en las luchas por la unidad en el siglo XIX.

En otro ángulo de la plaza está la Prefectura, el palacio que representa al poder central italiano. Allí, el primer ministro Romano Prodi confesó: "Estoy verdaderamente angustiado por los días difíciles que la ciudad está viviendo".

Dos hechos trágicos confirmaron esta frase. En la cercana plaza de Jesús, un camorrista de 34 años, Luigi Leonardi, había sido acuchillado a las 5 de la mañana. Está vivo pero muy grave. Por la tarde, mientras el primer ministro viajaba de regreso a Roma, en Pozzuoli fue baleado en el abdomen Domenico Carandente, de 41 años. Un coche que venía a toda velocidad se detuvo brevemente para dejarlo frente al hospital. Carandente está vinculado al juego clandestino. Fue operado de urgencia y está grave.

En la puerta de la Prefectura, un policía dijo a Clarín que "en diez días hubo ya doce muertos, con una aceleración impresionante porque desde que comenzó el año los muertos han sido en total 72".

Se han desatado varias guerras en el desordenado mundo criminal napolitano, que nadie parece controlar a fondo. Ni las fuerzas del orden ni la Camorra, dividida en 66 clanes con 6.500 afiliados y con 50 mil delincuentes que los flanquean en el delito.

Prodi se reunió con el presidente de la región, Antonio Bassolino, y con la alcalde de la ciudad, Rosa Russo Jervolino. Ambos pertenecen a la centroizquierda gobernante pero presentaron quejas al primer ministro porque se sienten abandonados por el poder central.

"Enviaremos refuerzos policiales pero no soldados", dijo Prodi, aunque ayer no descartó que más adelante el tema de enviar al Ejército pueda replantearse.

El primer ministro prometió un proyecto para ayudar a los jóvenes a conseguir trabajo y que no abandonen la escuela. Según un informe, son diez mil los estudiantes de los primeros años del colegio secundario que desaparecen de las aulas, retirados de las escuelas por sus padres. Prodi afirmó que "la criminalidad es el más grande obstáculo al desarrollo del sur de Italia".

A un costado de la plaza del Plebiscito están la vía Ghiaia, expresión callejera de la buena vida, y la vía Toledo, arteria central que es en parte peatonal. Frente a la galería Umberto I, corazón de la ciudad, y el teatro lírico Real de San Carlo, pasean diariamente miles de napolitanos. Pero del otro lado de la vía Toledo comienzan los "viccoli", las callejuelas de los barrios españoles. La pesadilla inmediata de los napolitanos honestos y de los turistas no es sólo la Camorra, que se dedica a los negocios criminales de alto nivel, sino los miles y miles de jóvenes sin trabajo ni educación, que todos los días salen a sobrevivir como pueden.

"Roban de este lado y enseguida corren a perderse en los vícolos", explicó Roberto, el taxista que acompañó a Clarín en una visita inquietante por los barrios difíciles de la ciudad. Roberto vive en los barrios españoles y sabe cuándo es posible bajarse de su taxi a curiosear y cuándo es mejor no hacerlo.

"Mire esas motos: son chicos ladrones. Todos llevan cuchillos". Hay también muchas motocicletas de la policía, que corren a los que asaltan a los turistas y a los locales. Pero son esfuerzos insuficientes. Porque faltan medios.

Hoy llegará aquí el ministro del Interior, Giuliano Amato, con un plan firmado para reforzar las fuerzas policiales con entre mil y mil cuatrocientos policías. El gobierno italiano promete esfuerzos notables para combatir el desempleo en la ciudad con más desocupación de Italia.

Prodi insiste. "Necesitamos una nueva política para los jóvenes napolitanos. La pobreza y la desocupación son los problemas de fondo para poder luchar contra la Camorra. Las autoridades locales me pidieron hoy fondos extraordinarios para completar las obras públicas y para concluir la construcción del subterráneo".

El primer ministro afirma que los napolitanos deben ante todo luchar contra su propio escepticismo. Pero la ciudad envuelta en una crisis sangrienta de violencia ha recibido en las últimas décadas tantas promesas incumplidas y "las cosas van cada vez peor".